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Por Susana Corral Campuzano*

En mi experiencia tanto como profesionista, docente y ser humano, he conocido a todo tipo de personas, pero puedo afirmar que la mayoría de esas personas (a menos que tuvieran padres emprendedores), desde muy tierna edad, tenían en mente (al igual que mis alumnos actuales) que la mejor manera para mejorar su nivel de vida y el de sus hijos, era estudiar una carrera profesional y trabajar en una buena empresa. Al parecer esa ha sido la aspiración de varias generaciones y sigue siéndolo.

Si bien es cierto que en nuestro país y en varios otros, el nivel de ingreso se equipara con el nivel de estudios del jefe(a) de familia, desde hace algunos años esta relación comienza a no ser tan proporcional como lo fue en el pasado, y esta creencia ahora es más una suposición cultural que una realidad palpable. La realidad actual golpea en la nariz con la puerta de forma contundente: los salarios son cada vez más bajos, el empleo de outsourcings por las empresas es cada vez más frecuente y el sistema de pensiones está en una crisis tremenda (por no decir que está a punto del colapso), no sólo en México, sino a nivel global. El nivel de vida e ingresos en Estados Unidos ha ido en picada en los últimos 30 años, lo mismo ocurre en México. En 1997 yo ingresé a trabajar en una empresa de crédito que me pagaba 7,800 mensuales más prestaciones muy superiores a la ley. Hoy, 18 años después, la misma empresa paga para ese mismo puesto 7 mil pesos, pero contratada por outsourcing. En aquél entonces, con ese sueldo yo apoyaba a mi familia, compré coche y di el enganche para mi primera casa. Hoy, con ese sueldo, sería imposible hacer tanto.

La realidad actual empuja nos guste o no, a que cada vez más tengamos en mente el emprendimiento. En el pasado los emprendedores en su gran mayoría, eran personas que tenían a su vez padres emprendedores y que lo habían sido desde pequeños, o personas con empleos formales en el pasado, pero que habían perdido sus trabajos. Ahora cada vez más son personas que tienen un trabajo más o menos formal y además, desean iniciar un negocio o proyecto productivo, principalmente en la búsqueda de mayores ingresos pero tangencialmente, en conquista de una mayor autonomía económica y de decisión. 

En respuesta a esta realidad, las escuelas se han vuelto grandes impulsoras del espíritu emprendedor. Poco a poco, se han ido incorporando no sólo los temas, sino las actividades escolares, hacia el desarrollo del emprendimiento. No obstante, hay grandes retos que combatir por delante, principalmente en el tema cultural. La gran mayoría de los maestros, por ejemplo, no sólo no son emprendedores, sino que fueron educados para ingresar a trabajar a las organizaciones, llámense gobierno o empresa, así que es todo un proceso de reaprendizaje el que tenemos por delante tanto las instituciones educativas, como quienes laboramos en ellas.

Aún con estas limitaciones, todo cambio social y cultural necesariamente debe venir de la educación. Finlandia es un gran ejemplo de que la inversión en educación logra cambiar los paradigmas culturales y sustancialmente, la situación económica y el nivel de vida de toda una nación. La escuela, al ser el grupo secundario más duradero y formal de la vida de todo ser humano escolarizado, es la gran contenedora de las posibles deficiencias en la educación familiar en un sinnúmero de temas (habría en este aspecto, para todo un libro). Seguramente todos hemos escuchado a algún chiquillo decirle a su madre que es importante que cuide los recursos naturales, que no tire tanta agua, etcétera, o decirle a su papá que no lo golpee, porque él como menor, tiene derechos que la ONU y el Gobierno le reconocen. Personalmente sé del caso de una niña que marcó el 066 para denunciar a un padre maltratador, ese teléfono se lo habían proporcionado en la escuela. 

Las ferias de emprendedurismo en las escuelas, los cambios en los programas de estudios y el cambio de paradigma de los maestros es solamente una parte de todo lo que hay por hacer desde las aulas en pro del emprendimiento; ahora las escuelas deben convertirse en semilleros de personas que desarrollen habilidades emprendedoras tales como la autonomía de decisión, la independencia, inteligencia financiera, habilidades para la fijación de metas, constancia y resiliencia, entre muchas otras.

En el caso de la UTEQ y la red de Universidades de nuestro estado tanto públicas como privadas se está fomentando el desarrollo de estas habilidades mediante la propia existencia de una INCUBADORA DE EMPRESAS reconocida por INADEM, que otorga facilidades adicionales a los alumnos, quienes pueden titularse mediante un plan de negocios referente a su proyecto emprendedor, de tal manera que el alumno obtiene la misma asesoría que obtienen los emprendedores y empresarios que se inscriben al programa de incubación, además de tener como asesor al mismo Jefe de la Incubadora. Esto viene complementado con el contacto cada vez más cercano de los alumnos en las empresas. Un ejemplo claro es el MODELO DUAL que ya está en marcha y que consiste en que los alumnos, desde el tercer cuatrimestre, pasan medio tiempo en la universidad y medio tiempo en la empresa. 

No obstante los esfuerzos, el reto mayor consiste en que más allá de que los alumnos conozcan el funcionamiento de sus áreas de estudio en una empresa real, ellos puedan verse a sí mismos como los iniciadores de empresas similares, o mejores. La clave en el tema de emprendimiento, desde mi muy particular punto de vista, es el EMPODERAMIENTO de nuestros jóvenes. No son pocos los que desearían iniciar un negocio, pero no se sienten capaces de lograrlo o tienen en mente la limitación del dinero. Para un auténtico emprendedor, el dinero no es un obstáculo: sabe que hay múltiples maneras de gestionarlo, porque la creatividad es otra de sus grandes habilidades.

En fin, que el reto para las instituciones educativas en este sentido, es sin duda enorme, pero ineludible por la razón de ser de las escuelas: ¿no son éstas las formadoras de los ciudadanos que las naciones necesitan? ¿No es desde la escuela que completamos la educación familiar y obtenemos un panorama mucho más amplio del mundo y su realidad? Y finalmente ¿Si no es desde la educación que se fomente el emprendimiento…. Desde dónde, entonces?

*Consultora de la Incubadora de Empresas  en Desarrollo Humano y Profesor de Tiempo Completo, Universidad Tecnológica de Querétaro.
 

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